El incontrolable destino de los libros

Toca la puerta de mi cubículo un colega de El Colegio de Michoacán, en Zamora, México.  Entre sus manos trae un regalo-novedad: el libro Política y partidos en Bolivia, de Mario Rolón Anaya.  El texto, publicado en 1966 en La Paz por editorial Juventud, deja ver las muestras del tiempo y el arduo recorrido: hojas amarillentas, múltiples manchas en la tapa, el lomo y los interiores, tonalidades distintas en las páginas interiores de acuerdo a la cercanía con el exterior del texto.  “Es un regalo –me dice- lo encontré en un remate de libros viejos en un mercado popular de Zamora”. 

Mi sorpresa es mayor.  Había revisado el mencionado texto –en una biblioteca- cuando hacía una investigación hace ya un tiempo.  Hoy el libro aparecía nuevamente entre mis manos mostrando caprichosamente los años vividos; los suyos y los míos.  En su interior, luego de una breve hojeada de rutina, me encontré con una tarjeta personal del autor que trae la inscripción con lápiz y a mano: “Al maestro José Pagés Llergo, Calle Vallarta N. 20 México D.F., Revista Siempre.  Con los recuerdos y saludos del autor”.

José Pagés fue un destacado periodista mexicano (1910 – 1989) que luego de un arduo trabajo profesional fundó y dirigió la mencionada revista en 1953 y que por varias décadas fue el espacio de discusión de la intelectualidad mexicana.  En ella publicaron algunos pilares de la reflexión cultural en México como Carlos Monsiváis, Octavio Paz entre otros.

Deduzco que el autor envió el texto al director de Siempre, vaya a saber en qué contexto.  Todavía es más difícil conocer la trayectoria posterior del libro, cómo de manos de José Pagés pasó a algún vendedor, de éste a otro, y a otro más, y así durante cuatro décadas para que en el 2006 alguien que conoce a un boliviano compre el libro en una feria popular en una pequeña ciudad de provincia.  Y así, luego de todo un ciclo, el objeto llegue a mi biblioteca personal. 

No es la primera vez que me sucede algo especial con los libros como objetos.  Recuerdo que alguna vez gratamente tuve la ocasión de buscar libros en la biblioteca de la Universidad Católica Boliviana.  En ese momento –hablo de 1996- estaba por empezar una investigación sobre el proceso político religioso en Bolivia en los años 60, particularmente focalizándome en Néstor Paz y Mauricio Lefebvre.  Las cosas de la vida, en la desértica biblioteca me encontré con la obra Teoría de la novela, de G. Lucaks.  El texto, que no había sido consultado nunca antes (hacía más de 20 años), llevaba escrito en las primeras páginas el nombre a mano de Mauricio Lefebvre.  En su interior había una tarjeta que marcaba la cita con un médico algún mes de 1970.  Evidentemente el texto había pertenecido a Mauricio y no sé cómo llegó a la pasividad de los estantes de la Universidad. 

No está de más mencionar que en esos momentos tenía una empatía grande con Michael Lowy, quien había escrito Por una sociología de los intelectuales revolucionarios. La evolución política de Lukacs (1909-1929), y con quien yo quería llevar a cabo la investigación sobre la transformación política de Lefebvre en Bolivia. En fin, claro está que las cosas tienen vida propia, los libros recorren su camino autónomo y nada mejor que el azar para provocar los más gratos encuentros.

Publicado originalmente en «Sueño Ligero. Memoria de la vida cotidiana», 2011.

Libros y viajes

Algunos siguen el lema “eres lo que comes” y tienen algo de razón. Tal vez se pueda estirar el argumento: “eres lo que lees”, y más, “eres lo que escribes”. Tengo el privilegio de dedicarme al mundo de los libros, afortunadamente vivo de lo que escribo. En mis viajes, invierto una parte de mi tiempo a las librerías, y con algunos de mis amigos, lo primero que hacemos al vernos luego de una temporada, es intercambiar lo último que publicamos.

Mejor ni cuento el problema que representa cargar libros en una maleta de 23 kilos, y lo difícil que es encontrarles un lugar en un departamento cuyos estantes ya están atiborrados compitiendo cada centímetro con los adornos y cuadros.

El caso es que en mi último viaje a México, me encontré con gratas sorpresas. Resumo.

Mi entrañable amigo Massimo Modonesi me regaló México izquierdo (Bibliotopía, México, 2021). El documento recoge sus reflexiones sobre los movimientos sociales de la izquierda mexicana en las últimas décadas, dando cuenta de su diversidad. Es una mirada fresca, gramsciana, que se escapa de la prisión dogmática reinante e impuesta desde el centro del poder.

Dos colegas y buenas amigas investigadoras de la UNAM me dieron sus últimos libros coordinados: Espacios públicos y ciudadanías (Ramírez Kuri, coord., IIS-UNAM, México, 2021); Alvarez, Construcción de ciudadanía en la Ciudad de México (Coord. UNAM, 2021). Se trata de una investigación de largo aliento sobre el espacio público y la ciudad neoliberal, mostrando cómo la vida urbana está marcada por una visión económica que favorece la desigualdad, pero donde surgen resistencias y luchas.

Compré el libro Regreso a la jaula. El fracaso de López Obrador, de Roger Bartra (Penguin Random House, México, 2021). Suelo adquirir los libros de Bartra -que además es mi colega en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM- tanto por su reflexión como por su escritura, por el placer de leerlo. Es un documento agudo que va al corazón del dogmatismo del presidente, lo desmenuza, lo desmonta, lo desnuda y propone nuevas pistas. Bartra, que se define como “intelectual socialdemócrata”, en su escrito “ofrece una crítica que puede animar a las corrientes más democráticas que están resistiendo las inclinaciones autoritarias que hoy nos amenazan”. Claro, lo leo pensando tanto en México como en Bolivia.

También compré La casa de la contradicción, de Jesús Silva-Herzog Márquez (Penguin Random House, México, 2021). Suelo leer las columnas del autor en Reforma. Desde una postura liberal democrática, a menudo tiene posiciones especialmente inteligentes que van más allá del sentido común. No siempre comparto su opinión, pero disfruto cómo la dice. Silva-Herzog critica la ilusión democrática en la que caímos todos, sus principales tentaciones y desvaríos, sus contradicciones.  Y más, ya lo decía, la narrativa es deliciosa, bien lo dice Bartra en la portada del libro: “Convertir la reflexión política en poesía es una hazaña lograda con maestría en este ensayo”.

Dos títulos para terminar. El león y el unicornio y otros ensayos, de George Orwell (Turner, España, 2021). Es una colección de escritos entre 1936 y 1952 presentados en orden cronológico. Orwell es uno de mis autores favoritos, proféticamente lo dijo todo en Rebelión en la granja, imaginando lo que se hizo historia decenas de veces, claramente en Bolivia con mayor torpeza; la historia superó la fabulación. Es un autor mágico, desbordante de creatividad y lucidez.

Obras reunidas I de Ivan Ilich (F.C.E., México, 2019). Siempre he tenido a Illich cerca pero nunca lo he leído en serio. Aparece en conversaciones, en seminarios, en cafés. Este volumen reúne varios de sus libros. Es impresionante lo potente de su visión planteada hace medio siglo pero que sigue dando luces. Finalmente el capitalismo criticado por él quedó intacto luego de neoliberales o populistas que, en el fondo, no salen del paradigma perverso del progreso y la modernización.

En suma, me dio gusto recorrer autores y amistades, con posiciones políticas distintas pero sacudiendo los mandatos intelectuales emanados desde el campo del poder, confrontando ideas, no dogmas. Imaginarán, pasaré varias horas recorriendo esas letras. Tengo para rato.

Publicado originalmente en Página Siete (17-11-2021)