La vida de las imágenes
¿Qué haría el catolicismo popular sin imágenes? El episodio bíblico fundador narra la creación del hombre “a imagen y semejanza” de la divinidad. Desde ahí, es fácil construir dispositivos de alimento de la fe utilizando el elemento visual. Se ha estudiado mucho sobre la imagen religiosa, sus usos y formas, y en El Ajusco no podemos sino corroborar su potencia movilizadora.
Las imágenes son de distinta índole, desde las figuras de santos hasta los grafitis. Importantes fiestas se realizan alrededor de ellas; transitan por las calles con público masivo, la gente se acerca a verlas, a tomarse fotos, a transportarlas de un lugar a otro o a recibirlas en la casa. La comunidad se reúne para recibir una imagen, la oración fluye de manera colectiva.
Algunas figuras del catolicismo, especialmente las de la Virgen, logran un lugar fijo en la calle, se les construye un espacio protegido y alguien se hace responsable de su cuidado. En diciembre, esa será una de las esquinas para el rezo del rosario. En El Ajusco el creer se alimenta del ver.
Pasajes del diario de campo
Misa de religiosidad popular con la Virgen de Juiquilla (julio 2007)
Una señora pidió una eucaristía al párroco porque iba a recibir a la Virgen de Juiquilla. Por eso, lo pasa a recoger y vamos todos a su domicilio que está a pocas cuadras. En la casa la Virgen espera en el lugar central de la sala, y se han dispuesto los sillones en forma de escenario: al frente hay una pequeña mesa con mantel blanco, en él una foto del difunto para quien se celebra la misa por los dos años de su partida. Se aprovechan todos los espacios del comedor y del patio para poner sillas. La misa se desarrolla con formato tradicional, participan alrededor de unas 25 personas, la mayoría son familiares del difunto. Cuando termina la celebración, se reparte comida. Se bendice un balde de agua y el sacerdote va por todos los rincones del hogar, acompañado de los dueños de casa, rociando agua bendita. En el momento de las ofrendas, y se pasa una canastita para dar dinero, que al final se lo entrega al sacerdote.
Al día siguiente la Virgen parte a otra casa. Para el evento viene el dueño de la imagen y quien la recibirá en su domicilio. La Virgen estuvo sólo dos días en ese hogar. Sale la imagen cargada por tres jóvenes, hijos del dueño de casa, y le sigue una pequeña procesión de unas 15 a 20 personas: familiares, niños, adultos y viejos. El dueño de la Virgen se encarga de dirigir y organizar el tráfico en el momento del paso por la Avenida Aztecas. Una mujer mayor reparte unas hojas de cánticos, y tiene algún cancionero, pero no es muy eficiente el canto colectivo. Adelante, las nuevas receptoras cargan una manta que dice «Virgen de Juiquilla». Atravesamos por el barrio por calles transversales, la gente mira y se persigan al ver pasar a la procesión. Llegando a la nueva casa, hay un altar que la espera, y un cartel que dice «Bienvenida Virgen ….». La imagen se instala en el fondo del callejón, que también tiene un toldo y muchas sillas. Ahora son como 15 personas.
Comienza el momento del rezo del rosario, tres mujeres (dueñas de casa) se ponen frente a la Virgen en primera fila, una de ellas sostiene el rosario y otra una flor, y empieza el rezo. La flor se va pasando de mano en mano, haciendo participar a todos los presentes uno por uno, pero cuando se llega a uno de los misterios, la responsable se encarga de detener la oración para volver al «Padre nuestro» y recomenzar.
Publicado originalmente en «Ver y creer. Ensayo de sociología visual en la colonia El Ajusco (México D.F.)», 2010.